En el gobierno de Juan Blanco como presidente municipal, Alberto Espino buscaba ser director del Conservatorio. No se pudo, pero en cambio lo hicieron titular del Instituto de Cultura Municipal (ICM), a donde mandó llevar un piano vertical que había en el Conservatorio.
Por las mañanas, antes de las ocho, llegaba para tocar el piano, hasta las once del día. Práctica dedicada de su arte, ciertamente. Después se ponía a despachar.
Duró ocho meses allí y para que se fuera, lo “indemnizaron” con todo su salario de director por los tres años (poco más de un millón de pesos), aunque solo estuvo ocho meses. Después llegó al ICM Chucho Ávalos, el palenquero, y después Luis Eduardo Ibáñez.
En el gobierno de Francisco Barrio, los impuestos de la ciudadanía pagaron la demanda millonaria que interpuso Disney por los derechos del montaje de la obra “La bella y la bestia”, que Espino le vendió a la entonces Secretaría de Educación y Cultura.
Falla el recuerdo a veces…