La inflación es, sin duda, el problema que más aqueja a los habitante de Argentina, y reducir la actual tasa -que en noviembre superó el 160% anual- es una de las principales metas que se propuso el flamante presidente Javier Milei.
Sin embargo, las primeras medidas que ha adoptado, apenas 48 horas después de asumir, harán que la subida de precios se acelere aún más en los próximos meses.
Esto no solo lo aseguran todos los economistas. También lo reconoció el propio ministro de Economía, Luis Caputo, cuando dio a conocer las 10 primeras “medidas de urgencia” que tomó el gobierno con la intención de sanear la economía.
“Vamos a estar durante unos meses peor que antes, particularmente, en términos de inflación”, señaló Caputo el martes a la noche en un breve anuncio grabado que era esperado con gran ansiedad por los argentinos.
Sin embargo, agregó: “Estamos seguros de que este es el camino correcto”.
El propio Milei había advertido, en su discurso inaugural, el domingo 10 de diciembre, que corregir los graves problemas de la economía argentina requeriría “supremos esfuerzos y dolorosos sacrificios” de parte de la población.
“Sabemos que a corto plazo la situación empeorará. Pero luego veremos los frutos de nuestro esfuerzo, habiendo creado las bases de un crecimiento sólido y sostenible en el tiempo”, señaló.
Los argentinos no debieron esperar demasiado para sentir ese dolor que auguró el mandatario.
A horas de los anuncios de Caputo, que incluyeron una devaluación del 50% del valor del peso, las petroleras anunciaron aumentos cercanos al 40%.
También los supermercados y comercios se apuraron a remarcar sus precios (que tanto ellos como las estaciones de servicio ya había aumentado cerca del 30% en los días previos a la asunción de Milei).
Según las consultoras privadas, la inflación de diciembre, que antes de los anuncios estaba prevista en cerca del 20%, ahora superaría el 30%.
Una cifra que podría incluso duplicarse para comienzos de 2024, según las estimaciones del influyente banco de inversión estadounidense, JP Morgan.
Caputo intentó explicar esta aparente contradicción en el discurso que dio antes de anunciar las medidas de shock.
El funcionario señaló que la inflación, al igual que otros problemas crónicos que tiene Argentina, como sus recurrentes crisis de deuda, son en realidad síntomas de una enfermedad de fondo, que es el “déficit fiscal”.
“¿Qué es el déficit?”, explicó el ministro. “Bien simple: el déficit es cuando se gasta más de lo que se recauda a nivel de país”.
“Lo que se manifiesta como los problemas” -dijo en referencia a la inflación, la deuda y la constante apreciación del dólar – “son en realidad las consecuencias de cómo se ha financiado ese déficit”.
Es decir, pidiendo dinero prestado (por ende, las crisis de deuda) o imprimiendo más billetes (por ende, la eterna inflación, ya que cuántos más pesos se emiten, menos valen).
El ministro detalló que Argentina ha tenido déficit fiscal en 113 de los últimos 123 años.
Y siempre apeló al endeudamiento o la emisión monetaria para solucionar ese rojo, en vez de atacar “la raíz del problema”: el gasto excesivo.
Fue así como se convirtió en uno de los países con más inflación del mundo y uno de los que más veces dejó de pagar su deuda soberana (en la jerga económica, “entró en default”).
En los últimos años Argentina, además, pasó a ser el principal deudor del Fondo Monetario Internacional (FMI) (organismo que, por cierto, mostró su beneplácito con el plan que presentó Caputo).
Habiendo explicado cuál es la “génesis” del problema económico argentino, el ministro señaló que, para solucionar la “adicción al déficit fiscal” -como lo definió-, lo que hay que hacer es recortar el gasto público.
En otras palabras: un ajuste, algo que -coinciden los expertos- acelerará la inflación.