Hoy, 30 de julio, se conmemoran los 212 años del fusilamiento de Miguel Hidalgo y Costilla, uno de los líderes más emblemáticos de la lucha por la independencia de México, ocurrido en Chihuahua.
Miguel Hidalgo fue un sacerdote originario de Dolores, quien se unió a la conspiración del movimiento independentista liderado por el corregidor Miguel Domínguez, con el objetivo de liberar a México del dominio del Virreinato de Nueva España.
El 15 de septiembre de 1810, en la famosa “Grito de Dolores”, Hidalgo hizo sonar las campanas de su parroquia y convocó al pueblo a levantarse en armas contra el Virreinato, dando inicio así a la guerra de independencia.
Tras varios enfrentamientos y avances, Hidalgo y sus fuerzas insurgentes fueron finalmente capturados el 21 de marzo de 1811, en Norias de Baján, Coahuila, y posteriormente trasladados a la ciudad de Chihuahua, donde estuvieron recluidos en lo que hoy es conocido como el museo Casa Chihuahua.
En Chihuahua, Hidalgo fue sometido a dos juicios: uno eclesiástico y otro militar. En el juicio eclesiástico, fue declarado culpable de herejía y apostasía, además de ser tachado de “sedicioso, cismático y hereje”, lo que llevó a su degradación sacerdotal.
Posteriormente, fue juzgado militarmente por insurrección, ordenar la muerte de españoles y alta traición. El 29 de julio de 1811, se dictó la sentencia de muerte, que se llevaría a cabo al día siguiente, el 30 de julio.
La mañana del fatídico día de su ejecución, Hidalgo fue conducido hasta el patio del recinto donde estaba confinado. En su camino, recordó que había dejado unos dulces en su celda, enviados por la esposa de Ortega, y pidió que se los trajeran. Luego, tomó uno de los dulces y los repartió entre el pelotón de fusilamiento.
Cuando llegó al sitio designado para su ejecución, testigos cuentan que Hidalgo, antes de sentarse frente al pelotón, colocó su mano derecha en el pecho, señalando su corazón, y pronunció una frase que quedaría grabada en la memoria histórica de México:
“La mano derecha que pondré sobre mi pecho, será, hijos míos, el blanco seguro a que tendrás de dirigiros”.
Finalmente, después de una discusión, se permitió que Hidalgo fuera fusilado de frente y no por la espalda,