24 noviembre, 2024

La transformación no se acaba hasta que se acaba

Los principios sociales, económicos bajo los cuales se ha regido la actual administración federal, han sido bien definidos como Humanismo Mexicano, entre otros motivos, por lo que el propio Presidente define como el que debe ser el objetivo de cualquier gobierno: crear las condiciones para que las personas vivan de manera plena, sin temor a las carencias a través de acciones puntuales que permitan extender el bienestar y distribuir de manera justa la riqueza.

Más allá de buscar ser un eslogan, una artimaña de marketing político, o como mínimo una etiqueta para la gestión del Presidente, ese humanismo se refleja en hechos que son innegables: el Plan de Austeridad que precisamente busca poner al servicio público al servicio de todos, ha permitido un ahorro de casi $600,000 millones de pesos que ahora se destinan de manera directa a obras y programas que benefician a poco más del 85% de los hogares mexicanos.

A pesar de que, temiendo ya la decisión de los más, hubo quienes se dedicaron a infundir temor respecto a la terrible crisis y pobreza en la que AMLO sumiría a México, debemos decir que la deuda, y una moneda débil son cosa de sexenios pasados: las actuales condiciones de nuestro país lo colocan como el principal socio comercial de Estados Unidos, y aunado a ello, las economías más fuertes a nivel mundial están volteando a ver al peso como una moneda para grandes inversiones.

Mirando atrás para hacer un balance entre promesas y logros, debemos mantener los ojos puestos al futuro, en el que sin duda coincidiremos en que la transformación #EsElla y debe seguir: en este sexenio, el aumento a los salarios mínimos garantizan los derechos individuales y colectivos manteniendo primero a las personas menos favorecidas.

Mencionaba ya que el 85% de la población recibe beneficios a través de programas de presupuesto público pero no solo este porcentaje se beneficia, sino que el 15% de la población restante, se beneficia también con las condiciones económicas favorables así como los estímulos fiscales y las tarifas bajas de electricidad y combustibles que favorecen la producción.

Aunado a ello, se han creado más de un millón y medio de nuevos empleos; las reservas del Banco de México han aumentado; el gasto del gobierno en publicidad se ha reducido, ahorrando cerca de $42,000 millones de pesos; la inversión de recursos públicos en obras de infraestructura y desarrollo han crecido 78%.

Más allá de pretender hacer un inventario de logros, el fin de estas letras es reconocer lo que, para algunos, resulta difícil de aceptar: lejos del caos, lejos del desmantelamiento del país que muchos esperaban, la Transformación ha empezado a cambiar la manera de hacer política invirtiendo la manera en la que los beneficios se otorgaban, ahora van desde el pueblo y las personas con mayores necesidades, dejando al último a la clase política.

Aunque lo anterior no ha sido fácil de digerir para algunos, tampoco ha sido fácil combatir las viejas prácticas tan arraigadas. Pero la Cuarta Transformación no acepta el derrotismo y por el contrario, apuesta por la libertad y el desarrollo a través de la democracia como la muestra del respeto al pueblo.

Hoy cierro no sin antes hacer una afirmación, al más puro estilo de aquellos narradores que, ante la emoción de un partido de beisbol reiteran que, esto no se acaba, hasta que se acaba. Y este es momento de ELLA, de la continuidad de la transformación.

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