Leer para entender la vida, fortalecer la actitud y alumbrar la conciencia.
Saludos a los lectores por el día internacional del libro (19 de abril)
Rodolfo Wash escribió un magnífico cuento: Trasposición de jugadas, con circunstancia de la Argentina de hace poco más de 70 años.
Tomó como base el problema planteado por Alcuino, un amigo de Carlomagno, en la Europa medieval: cruzar un río a un lobo, una cabra y un repollo en una canoa en la que solo podía transportar a uno por uno de sus objetos de carga sin que algo resultara comido. Sin mayor problema, Alcuino resuelve en 7 viajes: en el primero, de ida, trasladó a la cabra; el segundo de regreso lo hizo solo; el tercero fue para llevar al lobo; el cuarto, de regreso, lo hizo con la cabra, a la que dejó en la orilla de partida; el quinto lo hizo acompañado del repollo, al que dejó en compañía del lobo; en el sexo se regresó solo y al séptimo, con la cabra, completó sus traslados, carga completa al otro lado del río.
Mil doscientos veinte años después de Alcuino, Rodolfo Walsh complica el problema, porque a quienes tiene que trasladar un comisario de policía son a tres personas en conflicto. Al regresar a la primera orilla después de dejar a un posible agresor, encontró que en la primera orilla uno de los personajes había ultimado al tercero, porque se equivocó al caracterizarlos y no supo cuál representaba al lobo, la cabra o el repollo. Uno perdió la vida, pero todos se vieron afectados, el mismo comisario.
Es interesante este cuento desde el hoy aquí. Sirve la enseñanza de Alcuino y el dilema de Rodolfo Walsh, pero es más complicado.
En el problema de Alcuino, lobo, cabra y repollo no pueden asumir el rol de los otros.
En el cuento de Walsh, el problema fue caracterizar a los personajes humanos como a los personajes de Alcuino.
El problema es que el comisario equivocó los motivos y las características de los personajes al compararlos con lobo o cabra o repollo. Además, los humanos pueden disfrazar sus motivos y engañar a comisarios y lectores.
Ojalá todo fuera tan sencillo como ser o parecer lobo o cabra o repollo; o dejar a un buen conocedor de humanos, la interpretación de motivos de los personajes en juego.
Pienso en mi sociedad cercana y en quienes la conformamos. En decenas de actores del partido en el poder acusándose mutuamente por ofrecer o recibir privilegios o dinero; por invertir dinero ajeno para perderlo en una apuesta llamada Aras y después esconder un muerto incómodo; por perseguir o delatar a sus compañeros; por buscar en secreto ser postulado por otra fuerza política y luego aceptar la misma posición cundo vino de su partido.
Otra circunstancia observable es quienes juran un programa, una alianza y terminan amigos de otros haciendo lo contrario a lo jurado.
O los golpes terribles que se dan entre sí los del partido del gobierno federal.
Eso sucede por desgracia y fortuna en tiempos de búsqueda y definiciones.
Como se puede ver, la realidad de nuestra sociedad es más complicada que el problema de Alcuino y el cuento de Rodolfo Walsh, precisamente porque en esa búsqueda de identidad y definiciones aparecen como elementos nuevos el camaleonismo y la hipocresía.
El problema es que los camaleones o hipócritas quieren seguir representando a la gente antes de terminar su transformación, en proceso de definición. Y ni modo. Parece que así funciona mientras haya gente que sigua otorgándoles su representación. Para bien y para mal. De cualquier partido.
Ojalá que todo sea necesario en este nudo eterno que nunca llega al desenlace, porque la sociedad viva no lo tiene, no es un cuento; y sin embargo leemos para entender al mundo y para transformarlo.