Además del apellido de Miguel Hidalgo, Parral tiene una curiosa historia sobre la estatua que está frente al teatro que lleva el mismo nombre.
En cualquier municipio es posible encontrarse con alguna estatua o un busto de algún personaje representativo de su historia local o nacional. Estos monumentos permiten que un espacio pase de lo cotidiano a lo simbólico (al menos para el discurso oficial). En Parral se cuenta con más de una docena de esculturas, algunas han quedado fijas en un solo sitio desde hace décadas, otras han sido movidas de su ubicación; incluso una de ellas, la del Buscador de Ilusiones, ha hecho un viaje circular: se fue para después retornar a su origen, la Plaza Guillermo Baca. No obstante, en 1906 se realizó, probablemente, la primera reubicación de una estatua: la de Miguel Hidalgo.
La relación de la ciudad de Parral con la figura del Padre de la Patria puede ser ambigua por la decisión de las autoridades al rebautizar a este territorio con el nombre de Hidalgo en 1833 con el fin de: “exaltar los valores patrióticos a la ciudadanía”, según lo expone el Decreto número 7 citado por Rubén Rocha Chávez en Tres Siglos de Historia: Biografía de Parral. De fondo esta propuesta debió responder al cambio de régimen a partir de la Independencia contra el orden Virreinal que perduró casi tres siglos en nuestro país.
A partir de ese año, se solicitó construir una pirámide “de altura regular” en la Plaza Principal con inscripciones de frases del héroe de Dolores, para reafirmar esta nueva identidad desligada a nuestro pasado colonial.
Rocha Chávez menciona que este proyecto no se concretaría hasta 1908 además de que el lugar donde terminó por colocarse aquel monumento de Miguel Hidalgo sería en la avenida Independencia frente al Teatro, el cual lleva el mismo nombre de este personaje.
Sin embargo, de acuerdo a uno de los documentos del Archivo Histórico Municipal de Parral, hay contradicciones con lo que escribió el autor, pues según una sesión del Ayuntamiento de Parral de 1906 se da a conocer que desde antes de aquel año ya existía la estatua de bronce de Hidalgo y estaba precisamente en la Plaza Principal como se había propuesto en 1833 y no en la avenida Independencia, donde, después de ese mismo año sería el destino de Hidalgo.
La estatua había sido mandada a erigir por el profesor Antonio Mena (probablemente el abuelo del Secretario de Hacienda durante el Milagro Mexicano, Antonio Ortiz Mena). Los miembros del Ayuntamiento habían solicitado por petición popular, según manifestaron, que se cambiará aquel monumento de lugar donde “pudiera resaltar más a las miradas del pueblo” y para “honrar a tan venerable anciano de la manera que aconseja nuestra gratitud”.
Ahí mismo se acuerda que el nuevo destino de aquel Hidalgo de bronce sería en la Plaza de la Independencia en donde, además se ordenó levantar una columna “de buena altura y de gusto arquitectónico” y con un pequeño jardín alrededor del pedestal donde estaría colocado.
El proyecto se estimó en mil quinientos pesos de los cuales los municipios que conformaban el Distrito Hidalgo aportaron una parte: Santa Bárbara, Villa Escobedo, Zaragoza, Belleza, Valle del Rosario, Huejotitán entre otros.
Esta propuesta, que desconocemos si se concretó inmediatamente al ser emitida después de aquella sesión, nos hereda una ciudad que se configura actualmente aún con sus estatuas, con sus héroes que son dispuestos por narrativas oficiales o demandadas por la población y que además se pretende que trasciendan para la historia a través de proyectos con fines estéticos.