Caminar no requiere de un equipamiento especial o una membresía en el gimnasio y, lo mejor de todo, es totalmente gratis.
Para la mayoría de nosotros, caminar es algo que hacemos de modo automático. No requiere de un esfuerzo consciente, por lo que muchos de nosotros no recordamos los beneficios que tiene para nuestra salud.
Pero ¿qué ocurre si dejamos de caminar con el piloto automático y empezamos a desafiar a nuestro cerebro y cuerpos caminando hacia atrás?
No es solo un cambio de dirección que demanda más atención, también puede aportar beneficios para la salud adicionales.
La actividad física no tiene por qué ser complicada.
Tanto si eres normalmente activo como si no, una caminata diaria puede brindar una gran cantidad de beneficios para tu salud y puede contar dentro de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de hacer un mínimo de 150 minutos de actividad aeróbica a la semana.
Aun así, caminar es algo más complicado de lo que muchos de nosotros pensamos.
Mantenernos erguidos requiere la coordinación entre nuestros sistemas visual, vestivular (sensaciones vinculadas a movimientos como girar, dar la vuelta o moverse rápido) y propioceptivo (la conciencia de dónde están nuestros cuerpos en el espacio).
Cuando caminamos hacia atrás, nuestros cerebros tardan más en procesar las demandas adicionales de coordinar estos sistemas. Sin embargo, este mayor nivel de desafío trae consigo mayores beneficios para la salud.
Agregar cambios y caminar una pendiente ascendente o descendente también puede alterar el rango de movimiento de las articulaciones y los músculos, lo que ofrece alivio del dolor para afecciones como la fascitis plantar, una de las causas más comunes de dolor en el talón.
Los cambios posturales que se crean por caminar hacia atrás hacen que se usen más los músculos que sostienen la columna lumbar. Esto sugiere que caminar hacia atrás puede ser un ejercicio particularmente beneficioso para las personas con dolor lumbar crónico.
Esta técnica incluso se ha utilizado para identificar y tratar el equilibrio y la velocidad al caminar en pacientes con afecciones neurológicas o después de un accidente cerebrovascular crónico.
Caminar hacia atrás es simple, pero eso no significa que sea fácil. Entonces, ¿cómo añadir esto a tu rutina de ejercicios?
Al caminar hacia atrás, es más probable que pasemos por alto obstáculos y peligros con los que podamos chocar o caer, por lo que, en aras de la seguridad, es mejor comenzar en espacios interiores, donde se sabe que no chocarás con algo o alguien, o hacerlo en un espacio abierto y plano.
Resiste la tentación de contorsionar tu cuerpo y mirar por encima del hombro. Mantén la cabeza y el pecho erguidos mientras estiras el dedo gordo del pie hacia atrás para cada paso, rodando el pie desde la punta hasta el talón.
Una vez que tengas más confianza, puedes acelerar las cosas e incluso hacer la transición a una cinta de correr, asegurándote de usar los rieles guía cuando sea necesario.
Si usas pesas, comienza ligero. Concéntrate en series múltiples en lugar de distancias prolongadas y recuerda mantener la integridad de tu técnica en una distancia de no más de 20 metros para empezar.