REPORTERO2 
Después de un inicio esforzado, una política agresiva de alianzas, una estrategia para desfondar a los adversarios, muchos triunfos importantes, la intromisión burda de los órganos electorales para luego caer en la inmovilización y luchas internas, era necesaria y urgente la renovación de la dirigencia en Morena.
Hay quienes quisieran que este proceso hubiera sido impoluto, como hecho por un pueblo ideal, con una conciencia ciudadana que todavía no se ha ayudado a construir.
Este pueblo que somos, múltiple y diverso, tiene personas que actúan por conciencia y otras que ofrecen y reciben dinero. Con todos sus defectos, este pueblo vale más que cada genio individual.
Se cometieron acciones reprobables, es evidente. Mal hecho por quienes, de uno o de otro bando, cometieron prácticas deshonestas que mancharon el proceso. Ese fue el precio para salir de la inmovilidad. Morena avanzó, hay que reconocerlo. Hay voces sentidas que echan luz sobre las manchas sin asumir autocríticamente que aportan más impugnaciones que votos, que la conciencia del pueblo es responsabilidad de todos y que denunciar la compra de votos es también un desplante clasista a pesar de todo lo despreciable del acto.
La democracia consiste en respetar la decisión de la mayoría, no luchar para que las cosas salgan como uno las quiere. Pero se vale estar inconforme y transformar esa realidad: esforzarse organizadamente para realizar acciones para que el pueblo tenga más conciencia. Eso requiere de mucho trabajo, de un programa sistemático de formación política, y de humildad para aceptar el reto.
