REPORTERO3 
A penas y los comenzaban a tomar en serio desde Palacio de Gobierno y ahora los morenos se enfrascan de nuevo en un pleito interno que desgasta su recién adquirido capital político. Regresó el Profe Chaparro, muy temerario, a despachar de nuevo en la sede del partido sobre la Segunda y Morelos.
Escudados en una solicitud de información al INE que arrojó el nombre de Martín Chaparro como dirigente en funciones, un colectivo reducido de militantes desconocieron a la presidenta-electa, Brighite Granados, y amagaron con tomar el partido. El Profe se lanzó como un buen samaritano, según él, para evitar una escandalosa toma de las instalaciones y por eso regresó a ocupar las oficinas. Todo por un retraso en la actualización de las bases de datos del INE y el IEE que aún no avalan a la nueva dirigente como tal, aunque ya es algo que deberá formalizarse en próximos días, según declararon tanto la presidenta-electa como el Profe Chaparro.
Pero más bochornosa resultó esa operación político-mediática comparada a cualquier supuesta toma de las oficinas. En todos los medios de comunicación, salió embarrada la imagen de Morena. Otra vez, alimentando la percepción en la opinión pública chihuahuense de una izquierda sectaria, dividida y pendenciera.
Circuló entre reporteros una supuesta convocatoria a una manifestación y toma de instalaciones que se daría a las 12 del mediodía. “Esperamos golpes“, ironizaban. ¿A eso es lo que se ha reducido Morena en Chihuahua? ¿A una bola de peleoneros eternamente en conflicto? Ante un segmento de la opinión pública, sí: eso es Morena.
Recientemente, ese lastre mediático tenía posibilidades de cambiar. Por fin, la izquierda en Chihuahua sería operativa, propositiva y disciplinada.
Según una fuente de primer nivel de Acción Nacional, con la nueva dirigencia de Granados de la Rosa, desde el PAN observaban coordinación entre diputados-partido-funcionarios, convirtiendo a Morena en una fuerza a considerar, una fuerza competitiva. Esto quedó más que claro con la sigilosa visita a Chihuahua de la Secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel, el pasado 8 de septiembre cuando se reunió con los diputados, la dirigente y el delegado, algo que prendió alarmas en el PAN.
Lo anterior, fue confirmado por fuentes en contacto directo con la Gobernadora Campos; el Secretario de Gobierno, César Jáuregui; y el diputado coordinador de la fracción del PAN, Mario Vázquez. A la cúpula panista le entró el miedo de que por fin la izquierda representaría un adversario político-electoral equivalente en su bastión histórico.
“Chihuahua le dijo no a esos regímenes socialistas, comunistas que pretenden destrozar a nuestro país y aquí, les vamos a dar una muy buena zarandeada en el 2024. Aquí en Chihuahua no van a entrar, lo saben de principio a fin”, vociferó la Gobernadora Campos Galván en la Asamblea Municipal del PAN el domingo 25 de septiembre.
Desplegando el fantasma retórico del comunismo y el socialismo, la Señora Campos vertió un mensaje fuerte desde lo más profundo de su viscera, desde el miedo bien fundamentado de que ante la desunión y tropiezos internos, el PAN podría perder terreno ante Morena.
El lunes 26 de septiembre salieron en un frente unido la nueva dirigente, los diputados y hasta el presidente del Consejo, Hugo González, para contestar a la Gobernadora. El martes 27 estaba todo listo para dar batalla común por la presentación del Secretario de Seguridad Pública, Gilberto Loya, en Congreso del Estado por la Torre Centinela y la inseguridad.
Así se iba conformando la coyuntura… hasta que fue desviado por este último bochornoso capítulo que le hace el juego al PAN. De ir configurándose como una oposición efectiva, Morena volvió a caer en el impasse.
Desde un cálculo político realista y objetivo, cuesta mucho justificar que valió la pena esta jugada. Se expuso al partido. Se desgastó su imagen. Se desvió la conversación pública. Se vuelve – por lo menos temporalmente – a una parálisis conveniente para la cúpula gobernante del PAN.
