El Gobierno Municipal a través del Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua, cuenta bajo su resguardo con edificios que forman parte del patrimonio histórico, tal es el caso del Teatro de la Ciudad, cuya construcción fue realizada a principios del Siglo XX, sin embargo, este inmueble no siempre tuvo ese nombre.
Construido durante 1910, fue nombrado en primera instancia como Teatro Centenario, posterior a sufrir un incendio durante 1938 y vuelto a ser puesto en funciones, como un cine, cambia su nombre y es reinaugurado en marzo de 1947 como el Cine Colonial, con la proyección de la película “El extraño amor de Martha Ivers”, del director rumano Lewis Milestone.
De acuerdo a información proporcionada por la coordinadora del Comité de Patrimonio Cultural del Colegio de Arquitectos de Chihuahua A.C., Paulina Grajeda, quien comentó que, el interior del inmueble tenía un cupo de alrededor de mil espectadores que podían gozar de toda la comodidad de la modernidad, incluyendo clima artificial y los mejores equipos de proyectores, audio y pantalla de su época. Además, contaba con un escenario pequeño en el que también se podían presentar obras de teatro.
Señaló que el edificio fue construido con muros de ladrillo y concreto siguiendo el estilo arquitectónico conocido como neocolonial, por lo que su decoración exterior buscaba recordar los trabajos de cantera de la arquitectura colonial, pero siendo fabricados con concreto vaciado, mientras que la del interior eran de yeso reforzado con fibras de yute y después pintadas simulando las fachadas de antiguos edificios coloniales.
La experta, destacó que en 1992 el cine cerró sus puertas y no fue hasta el año 2000 que el Municipio de Chihuahua lo adquirió para convertirlo en el Teatro de la Ciudad. Durante dichos trabajos se conservaron muchos de los elementos originales del edificio, en la fachada aún podemos ver el letrero que muestra la palabra “COLONIAL”, el azulejo y las hermosas puertas de madera con 75 años de antigüedad.
De igual manera, Paulina Grajeda, señaló que dentro del interior fue necesario recortar algunas de las decoraciones y a pesar de la fragilidad del yeso, se logró conservar buena parte de ellas. Para la creación de un nuevo escenario más grande se fabricó con gran ingenio una estructura de metal con la cuál pudieron mover la bocaescena original y trasladarla intacta a su nueva ubicación. El piso solía ser de mosaico de pasta, pero desafortunadamente se encontraba demasiado dañado para ser conservado, siendo sustituido con un piso de mármol cuyo diseño evoca al antiguo mosaico.
Asimismo, puntualizó que además durante esta intervención el gran ventanal de su fachada fue sustituido por un hermoso vitral de cristal esmaltado que muestra una alegoría de las artes y fue realizado por una artista oriunda de la ciudad de Monterrey.
Para fortuna de los chihuahuense este bello edificio ha logrado sobrevivir hasta nuestros días, formando parte de nuestra herencia cultural y de la actualidad del mundo artístico de nuestra época.