Joe Biden amaneció este sábado por primera vez en la Casa Blanca en un día de Navidad. Debajo del árbol, sin embargo, no estaba el regalo que ha perseguido desde la primavera, la pieza central de su presidencia, la gran promesa con la que concurrió a las elecciones del año pasado: reformas socioeconómicas y climáticas que mejoraran la vida de los estadounidenses y adaptaran el país a la lucha contra la ‘emergencia climática’.
El presidente de EE.UU. sabe desde hace una semana que encontraría carbón en lugar del plan de gasto faraónico, de 2,2 billones de dólares, para un abanico amplio de asuntos: expansión de créditos fiscales por hijos, instauración de educación preinfantil gratuita, ampliación de las coberturas de Medicare y Medicaid –los planes de salud pública para jubilados y para personas de bajos recursos–, capacidad de negociación de los precios de los fármacos, nuevas becas universitarias para jóvenes de bajos recursos, subsidios para alquiler y reforma de casas y multitud de programas energéticos para llevar la economía de la primera potencia mundial de los combustibles fósiles a las renovables.