Ecuador es desde este jueves el primer país de América Latina en imponer la vacunación obligatoria contra el coronavirus ante el aumento de casos de la variante ómicron.
En la región se instala ahora un debate que ya ha originado controversias en varios países donde se requiere estar vacunado para desarrollar varias actividades de la vida pública.
Si eres doctor en Francia, maestro en Nueva Zelanda o funcionario gubernamental en Canadá, estar vacunado es esencial para trabajar.
Indonesia puede negar beneficios a aquellos que se nieguen a vacunar. Grecia las ha hecho obligatorias para mayores de 60.
Austria las impondrá como obligación para todos a partir de febrero. Habrá excepciones por motivos médicos o religiosos, pero el resto de población sin vacunar se enfrentará a multas por no ir a por sus dosis.
A casi dos años de que se decretara la pandemia, el covid-19 sigue entre nosotros.
Encima, ahora nos enfrentamos a la que parece la variante más contagiosa hasta la fecha.
Y aunque los primeros estudios apuntan a que ómicron podría ser más leve que sus predecesoras, su alta capacidad de transmisión continúa siendo un desafío para la salud pública global.
En este escenario, ¿sería la vacunación obligatoria la salida de la pandemia?
La principal baza de las vacunas es que salvan vidas. Si te vacunas, reduces el riesgo de enfermar de gravedad. Menos gravedad implica menos muerte y menos presión hospitalaria.
Históricamente, las campañas de vacunación han tenido un enorme éxito eliminando enfermedades como la viruela o reduciendo drásticamente la mortalidad en otras como el sarampión.
“Tenemos muy buenos ejemplos que muestran una relación causal directa entre requerimientos (de vacunación obligatoria), alcanzar altos niveles de vacunación y proteger no solo individuos sino comunidades enteras”, le dice a la BBC Jason Schwartz, profesor asociado de historia de la medicina de la Universidad de Yale.
“Las vacunas funcionan, funcionan absolutamente y tenemos mucha evidencia para demostrarlo”, añade.
Algunos mandatos menos estrictos como el propuesto por Austria han conseguido el objetivo de aumentar los niveles de vacunación.
En Francia, la expedición del pass sanitaire, una especie de pasaporte de inmunización requerido para acceder a restaurantes y otros espacios públicos, se ha vinculado a un aumento de las tasas de vacunación, hasta el punto de que el gobierno espera que así evite hacerlas obligatorias.
A algunos expertos les preocupa que este tipo de medidas genere desconfianza ante futuras campañas.
“Los programas obligatorios durante una crisis pueden ser contraproductivos“, explicó la doctora Dicky Budiman, consejera de la Organización Mundial de la Salud, en una entrevista con la cadena Al Jazeera.
“Cuando la gente tiene lo que llamamos teorías de la conspiración, falsas creencias o malentendidos, este tipo de programas solo refuerza sus opiniones”.
La doctora Vanderslott pone como ejemplo las políticas climáticas.
“Hemos visto, sobre todo en Europa, cómo algunos partidos se oponen a la vacunación obligatoria sabiendo que puede ser una forma de obtener votos de una cierta sección de la población”, explica.
“Podríamos ver más partidos, que suelen situarse en la derecha, exponiendo ese mensaje en sus campañas políticas y diciendo que quieren eliminar las medidas de vacunación obligatoria. Es un miedo que, una vez suceda, nos dejará sin la opción de seguir usándola como medida política”, añade Vanderslott.