Desde los primeros Juegos Paralímpicos de Roma en 1960, el rendimiento de los deportistas no ha parado de mejorar. Por un lado, los métodos de entrenamiento han evolucionado, pasando de la rehabilitación a la optimización de las capacidades físicas del atleta en su disciplina, pero también, y sobre todo, gracias al desarrollo del equipamiento puesto a su disposición.
Por ejemplo, la optimización de la silla de ruedas ha permitido un aumento meteórico del rendimiento en los 800 metros. En 1984, en Nueva York, el francés con doble amputación femoral Mustapha Badid estableció un nuevo récord de los 800 metros en silla de ruedas en 2 min 17 s 27. En los Juegos Paralímpicos de Tokio 2021, el suizo Marcel Hug ganó la medalla de oro en 1 min 33 s 68, ¡un descenso de más del 30 %! A título comparativo, el récord del mundo en esta distancia para corredores sin discapacidad lo tiene el keniano David Rudisha con un tiempo de 1 min 40 s 91.
Actualmente, la configuración de las sillas de ruedas deportivas se ha especializado para responder a las limitaciones de las disciplinas deportivas.
Numerosos estudios biomecánicos y fisiológicos sobre la propulsión en silla de ruedas han puesto de manifiesto el aspecto multifactorial del rendimiento en los paradeportes. Por ejemplo, en los deportes de equipo y de raqueta, en los que el área de juego es restringida, la aceleración, el sprint, los cambios de dirección y el frenado se han identificado como criterios de rendimiento. Estos se confrontan después con la realidad del campo y la disciplina, que pueden exigir al deportista estabilidad o agilidad en movimientos específicos. Por tanto, a la hora de elegir los ajustes de su silla de ruedas, el deportista y el personal técnico deben estar atentos no sólo a los criterios de la actividad, sino también a las limitaciones físicas que ésta impondrá al deportista.
De hecho, se ha demostrado que los ajustes de la silla de ruedas dependen de criterios de rendimiento que están estrechamente relacionados con las capacidades físicas del deportista. Estos ajustes tienen un impacto directo en la capacidad de propulsión, el rendimiento y el riesgo de lesiones.
La estabilidad de una silla de ruedas deportiva depende principalmente de sus puntos de contacto con el suelo. Esta estabilidad viene determinada por la longitud de la silla de ruedas y la inclinación de las ruedas.
Un chasis más largo mejora la estabilidad anteroposterior (de delante hacia atrás) y la trayectoria. En actividades como el rugby, por ejemplo, las sillas de ruedas defensivas con un chasis más largo ofrecen mayor estabilidad. De hecho, en este deporte hay diferentes sillas de ruedas para diferentes posiciones y, por ejemplo, la de los atacantes tiene un chasis más corto, que la convierte en más maniobrable pero menos estable. Estas sillas de ruedas están adaptadas a las exigencias del deporte y sus numerosos impactos.
La silla de ruedas de carreras es un buen ejemplo. En atletismo se utilizan chasis de hasta dos metros de longitud para mantener la estabilidad en las curvas. El ángulo de inclinación vertical de las dos ruedas grandes (el camber) aumenta la distancia entre los puntos de contacto de ambas, lo que contribuye a mejorar la estabilidad lateral de la silla de ruedas deportiva.
Al parecer, los deportistas con mayores deficiencias funcionales, sobre todo en los músculos abdominales y de la espalda, utilizan ángulos de inclinación más elevados, de hasta 24°, sobre todo en deportes como el tenis y el rugby.
En algunos deportes, la estabilidad es tan importante que la silla de ruedas debe fijarse al suelo. Es el caso de la esgrima y el tiro, así como de las sillas de lanzamiento de peso y disco. Es difícil clasificar este último tipo de silla en la categoría de sillas de ruedas para deportes dinámicos, porque en este caso no tienen ruedas y la silla está anclada al suelo.
La maniobrabilidad también es un criterio relevante para el rendimiento deportivo. A diferencia de la estabilidad, la maniobrabilidad adquiere mayor importancia para los deportistas con una clasificación más alta (es decir, mayor capacidad funcional, siendo la discapacidad menos significativa).
En el tenis en silla de ruedas, en particular, la búsqueda de la maniobrabilidad y la capacidad de pivotar rápidamente son importantes. Por el contrario, en el bádminton, los cambios de dirección son menos cruciales, ya que los atletas rara vez pivotan y se mueven principalmente hacia delante y hacia atrás con rapidez.
Para estudiar esta maniobrabilidad, hay dos factores especialmente importantes: el camber, que parece ser no sólo un factor de estabilidad, sino también de maniobrabilidad; y la longitud del chasis, un factor especialmente notable en las disciplinas de resistencia, cuyo efecto suele chocar con el del camber.
Estudios biomecánicos y las percepciones de los atletas muestran una correlación entre el ángulo de caída y la capacidad de pivotar rápidamente. La evolución del equipamiento tiende a favorecer ángulos de caída cada vez mayores. Por ejemplo, hace treinta años, el ángulo de caída utilizado por los jugadores de baloncesto no superaba los 12°. Hoy en día, casi todos los deportistas eligen ángulos de caída de entre 15° y 24°. La consecuencia de este ajuste es un aumento directo de la anchura de la silla.
Por consiguiente, en ciertas actividades en las que el área de juego es restringida y está interpenetrada –es decir, en las que los dos equipos se enfrentan en la misma zona–, los deportistas pueden limitar el ángulo de caída de las sillas de ruedas para evitar un tamaño excesivo, que podría dar lugar a un mayor contacto con los adversarios. No ocurre lo mismo en el tenis, donde los atletas no tienen que sortear a varios adversarios.
Aunque un chasis largo mejora la estabilidad, también reduce la manejabilidad. Los deportistas se enfrentan a un compromiso basado en las exigencias de la actividad. Para actividades como el baloncesto, el tenis y el rugby en silla de ruedas, en las que es importante poder pivotar con rapidez, los chasis son cortos.
En cambio, para actividades como el atletismo y el ciclismo se utilizan armazones más largos. Del mismo modo, para el rugby, la longitud del chasis varía dentro de la misma actividad en función de las capacidades físicas de los deportistas y de su papel en el campo.