La Opinión de Benjamín Carrera. . . En pleno siglo XXI y a pesar de la grave situación relacionada con el cambio climático, y la grave sequía que aqueja a nuestro estado, parece surrealista tener que pedir que se planten árboles y se aumente la cobertura de la vegetación. Sin embargo, estas acciones pareciera que no pueden dejarse al arbitrio de la buena voluntad.
Ya sea que nos queramos hacer de la vista gorda, o bien que queramos negar una realidad que cada vez nos alcanza más, es innegable que hay efectos de la crisis climática que no pasan desapercibidos y van más allá del alza de temperaturas -que ha sido drásticamente progresiva en los últimos 10 años- incendios forestales, sequía constante son solo algunos de los factores que ponen en riesgo no solo a los recursos naturales, sino a nosotros como especie.
Lamentablemente, a pesar de ver las consecuencias del cambio climático tan cerca, aún nos falta adoptar un enfoque en el que realmente percibamos al medio ambiente como el espacio que nos permite desarrollar toda actividad no solo económica, sino el espacio cuya conservación es primordial… vaya, vital al ser factor toral para asegurar la salud de la población.
Como especie, hemos históricamente privilegiado las actividades económicas por encima de otras actividades, llegando incluso al extremo de poner en riesgo el bienestar común: tenemos entonces que, hay ciudades que cuentan con un desarrollo urbano más que expansivo, invasivo, pero cuyo costo para las personas es demasiado alto.
El presente texto busca no solo exponer una dura realidad, sino abordar y abonar con una solución partiendo de algo que relativamente sencillo: las plantas proporcionan sombra, enfrían el aire en climas cálidos y contribuyen a mantener la humedad ambiental, mientras que la vegetación también conserva el agua al reducir la evaporación del suelo, interceptando la lluvia y minimizando la pérdida de agua en la atmósfera, por lo que el aumento en la cobertura vegetal desempeña un papel crucial en zonas desérticas y semiáridas como el estado de Chihuahua, donde las condiciones climáticas extremas y la escasez de precipitaciones plantean desafíos significativos para el medio ambiente y la calidad de vida de sus habitantes.
A pesar de que estas soluciones son comúnmente subestimadas en México, hemos de decir que la promoción de la cobertura vegetal en zonas desérticas ha sido abordada exitosamente en ciudades desérticas de Estados Unidos, como Phoenix, Arizona y Las Vegas, Nevada, donde existen regulaciones estrictas que requieren la inclusión de áreas verdes y plantas nativas en nuevas construcciones.
Tomando lo anterior como punto de partida, hemos planteado ante el Congreso del Estado, una propuesta que regula lo respectivo a la cobertura vegetal en todas las construcciones nuevas, mismas que deberán incluir una cobertura vegetal mínima del 20% del área total del terreno. Además, dentro de esta cobertura vegetal, deberá plantarse al menos un árbol por cada 20 metros cuadrados, utilizando para tal fin especies endémicas de la región de bajo consumo de agua.
Bajo toda óptica, este tipo de normativas surgen de una necesidad urgente por mitigar los efectos de la crisis climática, por lo que, como un esfuerzo conjunto con asociaciones ambientalistas en el estado, hemos coincidido respecto a que este enfoque traerá como resultado no solo estar alineados con las mejores prácticas internacionales, sino que también reforzaría el cumplimiento de las leyes y reglamentos nacionales existentes.