La Opinión de Jael Argüelles. . . En la coyuntura de un sistema de salud mexicano completamente desarticulado en subsistemas y frente a un inminente proceso electoral, llega otra ocurrencia en salud denominada “MediChihuahua”. MediChihuahua, hace un par de semanas, fue presentado como la panacea: un servicio destinado a prestar atención médica “de calidad y gratuita” a población sin derechohabiencia. Esto en la forma del supuesto cumplimiento de la promesa de campaña de la gobernadora, de llevar a cabo un “seguro popular chihuahuense”. Sin embargo, es suficiente reconocer y colocar en el reflector público las deficiencias más destacables de MediChihuahua como programa, para llegar a la conclusión de que esta política en salud es, en realidad, más politiquería mezquina que juega con la salud de los chihuahuenses.
La improvisación en salud que significa MediChihuahua como política de salud pública, es ejecutada mientras la prevalencia de desnutrición infantil persiste en la Sierra Tarahumara, en tanto que Maru Campos, visita más veces el Caribe, Estados Unidos y Europa; es llevada a efecto, mientras el Hospital Psiquiátrico de Chihuahua enfrenta una crisis por denuncias de violación, abuso sexual y la práctica de terapias de conversión, y también al mismo tiempo que la gobernadora invierte copiosamente en la promoción de su imagen pública. Únicamente en febrero, la cuenta personal de Maru Campos, así como la cuenta oficial de Gobierno del Estado de Chihuahua, despilfarraron en conjunto casi 3 millones de pesos en el transcurso de un mes, en anuncios a través de Meta en Facebook. Dicha onerosa suma no contempla otras plataformas, como TikTok o YouTube.
En primera instancia, debido a que el Estado está obligado por ley a proteger el derecho a la salud, en los servicios estatales de salud ya se solicitaba copia de CURP y carta de no derechohabiencia al IMSS y al ISSSTE, como parte de los requisitos para poder recibir atención médica como población abierta. Ahora sabemos que esta obligación tiene el nombre de MediChihuahua, bajo un fin puramente electoral y con la excusa de “institucionalizar” el programa, pero no presenta ninguna innovación en salud pública o en atención primaria, y definitivamente tampoco abona a la problemática generalizada del sistema sanitario que padecemos los mexicanos.
Otro punto que deberíamos añadir a la discusión pública es el financiamiento de MediChihuahua. Los 7 mil millones que supuestamente (y de acuerdo a la propia gobernadora y al Secretario de Salud) se inyectarán a MediChihuahua jamás fueron aprobados por el Congreso del Estado en el Presupuesto de Egresos con destino para ese programa al que le están poniendo nombre y apellido. Entonces ¿De dónde dicen que sale ese dinero? Lo que sí está presupuestado es lo que se dirigirá a la Secretaría de Salud con $102,973,372, ICHISAL con $1,879,476,621 y Servicios de Salud con $6,195,359,389. Entonces, ¿estamos hablando de la creación de un programa como se anunció? ¿O solamente hablamos de meter todo lo ya asignado a una única bolsa? Un dinero que ya tenía destino. ¿Cómo se sostendrá económicamente este programa a la par que Pensiones Civiles del Estado está colapsado con una deuda de 200 mil millones de pesos?
Debemos preguntarnos, ¿qué intervenciones de alto costo cubrirá MediChihuahua? ¿O será, acaso, otra copia fallida del viejo Seguro Popular mexicano, que dejaba fuera padecimientos con un gasto de bolsillo catastrófico? Por ejemplo, la enfermedad renal crónica y sus procedimientos terapéuticos, como la hemodiálisis. Es decir, ¿MediChihuahua asumirá el gasto completo de cirugías oncológicas? Y si es así, ¿de qué tipo? ¿Qué hay acerca de la radioterapia o la quimioterapia?
O bien, suponiendo que la cantidad de usuarios atendidos por los servicios estatales de salud crecerá con la atención a la población abierta, ¿qué presupuesto se verá aumentado en recurso humano o en infraestructura? Puesto que, de acuerdo al propio informe de la gobernadora, las únicas acciones en infraestructura destinadas a Centros de Salud en Urique, Maguarichi, Guachochi, Batopilas, Cuauhtémoc, Ascensión, Guerrero, Carichí, Buenaventura, entre otras zonas de alta dispersión geográfica y marginación, están reportadas como impermeabilización y pintura. No obstante, la verdadera infraestructura en salud, precisa de instalaciones y equipo médico que respondan a la complejidad de cada nivel de atención. En este caso en particular, hablamos de atención primaria. La inversión en el primer nivel de atención resulta imprescindible, pues se trata de la puerta de entrada a nuestro sistema de salud, y debería ser el responsable de resolver idealmente el 80% de los padecimientos que aquejan a la población.
Con respecto a la planificación, ¿bajo qué estándares, además, seguiremos esta política o programa en salud? ¿Qué fichas de monitoreo y evaluación emplea MediChihuahua? ¿Qué protocolos técnicos implementa, como el código infarto? ¿Qué indicadores relacionados con la atención y el resultado en salud valorará? ¿Cómo identificará su capacidad resolutiva y la calidad de atención?
O, con respecto al abastecimiento de medicamentos y suministro de recetas, ¿qué sistema digital o electrónico de control empleará para verificar el abasto institucional o las necesidades regionales de medicamentos? ¿Qué mecanismos internos se activarán, como el traspaso entre unidades o compra emergente, para satisfacer las necesidades de los chihuahuenses?
Cuando carecemos de respuestas a estas interrogantes, quizá básicas en el diseño de cualquier programa en salud, asumimos a MediChihuahua como lo que es: la salida fácil de la gobernadora, que por capricho y con convicción más partidista que humanista, ha decidido no ser parte de la federalización de la salud. Por sus obvias deficiencias, es que llamamos a MediChihuahua como “Crónica de una Muerte Anunciada”, aludiendo a la obra de Gabriel García Márquez. Porque MediChihuahua y su “sistemicidio” nos significará a los chihuahuenses lo que le significó a Santiago Nasar morir a manos de los gemelos Vicario. Las omisiones y devaneos en salud del grupo político en turno provocarán muertes que no son casuales, sino premeditadas y declaradas abiertamente por los victimarios, sin que nadie actúe para prevenirlo. ¿Y a quiénes se les anuncia su muerte? Como siempre, a los más pobres.