22 noviembre, 2024

Los alemanes aumentan su consumo de chocolate y papel higiénico

Un alemán se beberá a lo largo de su vida una media de 77.000 tazas de café y cerca de 8.875 litros de cerveza, según las estadísticas. Además, se comerá 5.193 panes y 3.360 tabletas de chocolate, más o menos la misma cantidad de rollos de papel higiénico que usará en, según el día y las necesidades: unos 3.651.

Lo de la cerveza, el café -hasta hace muy poco principalmente filtrado- y el pan eran datos conocidos para quienes devoren estadísticas sobre curiosidades. Lo del chocolate y el papel higiénico llama la atención. La subida de estos productos al ranking de los 10 más consumidos por los alemanes es una consecuencia de la pandemia del coronavirus. El papel higiénico, como se recordará, desató la locura entre los consumidores y el confinamiento, por aburrimiento, convirtió en vicio el chocolate, más antidepresivo que antioxidante.

El Covid ha convertido a los alemanes en los mayores consumidores de chocolate del mundo. Con 11 kilogramos por cabeza al año han desbancado a los suizos, que ahora ocupan el segundo lugar con 9,7 kilogramos de chocolate al año per cápita, seguido por Estonia con 8,8 kilogramos. Por comparación, un brasileño solo consume 1,3 kilos de chocolate al año. No puedo asegurar que esa brutal diferencia se deba el ex presidente Bolsonaro, que como negacionista que era, no impuso el confinamiento.

Con este repunte del consumo de chocolate entre quienes sí lo vivieron no es de extrañar que los fabricantes hayan aumentado la producción desde la pandemia. El año pasado lo hizo un 1,7%, hasta el 1,2 millón de toneladas. El dato no puede ser más dulce para un sector que tradicionalmente solo se movía en Nikolaus, el santo que llena de chuches los zapatos el 6 de diciembre, en Adviento, Navidad y Pascua.

Y eso que con la inflación los precios de los chocolates han aumentado un 4,5% y que el debate sobre alimentación sana ha llegado hasta el Ministerio de Sanidad, que ha decidido prohibir la publicidad de los alimentos con exceso de azúcares salvo en horario de adultos.

El chocolate, le diría yo al señor ministro, no es una golosina cualquiera. No es comida basura. Es arte y está en museos. Suiza alberga el mayor del mundo y ha sido apadrinado por el ex tenista Roger Federer. La ciudad belga de Amberes tiene su museo del chocolate Chocolate Nation y es impresionante y Colonia, que no podía ser menos, inauguró el suyo en 1993. No tiene la fuente de chocolate de nueve metros de altura del suizo, pero recibe alrededor de 600.000 visitantes al año.

En Alemania, el chocolate favorito es con leche, aunque el negro gana progresivamente adeptos y ha aumentado la oferta de variedades veganas, que, personalmente, no estoy segura de querer probar, pues el cacao es en sí mismo vegano.

Así, el mercado está en alza. La cadena de suministros ha mejorado desde principios de año, según la Asociación de Confitería y se mantiene la afición por el chocolate practicada durante el confinamiento. Tanto es así, que la industria chocolatera alemana prevé hasta el 2028 una expansión del mercado de un 6,3% y estamos hablando de un sector que en 2020 movió 12.000 millones de euros, ya que un tercio de los chocolates que se producen en la UE provienen de Alemania.

Otro día investigaré sobre la evolución postpandemia del mercado del papel higiénico.

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