La Comisión Nacional de Salud de China anuncia las nuevas medidas para el acceso al país a los viajeros.
Fuera confinamientos masivos, pruebas PCR casi diarias, códigos de salud y restricciones para viajar entre provincias. Adelantando planes por una oleada de protestas sociales por varios rincones, el Gobierno chino escogió el mes de diciembre para dictar la sentencia de muerte a una política de Covid cero que había transformado al gigante asiático en una prisión para millones de personas. Pero aún faltaba la estocada final: la reapertura de fronteras en un país que lleva con todas sus puertas herméticamente selladas y controladas desde el 28 de marzo de 2020.
A partir del 8 de enero, eso también cambiará. La Comisión Nacional de Salud de China anunció el lunes que se acabarán las cuarentenas de entrada al país para los viajeros y que se facilitarán de nuevo las visas, sobre todo, de negocios, estudios y para familiares de residentes extranjeros.
Todo ello, a su vez, disparará la demanda de vuelos al país asiático y las aerolíneas internacionales podrán volar regularmente sin las restricciones de los últimos tres años, lo que desinflará los desorbitados precios actuales de los billetes.
Tácticamente, la justificación para alargar todo este tiempo el cierre de fronteras radicaba en que el Covid estaba catalogado como enfermedad infecciosa de categoría A, a la par que, por ejemplo, la peste bubónica. Bajo esa categoría, según las leyes chinas, las autoridades locales deben de seguir un severo protocolo de cuarentenas de llegada al país, y tienen todo el poder para decretar el aislamiento de infectados y de sus contactos cercanos, así como el cierre de ciudades enteras para contener la propagación de las enfermedades.