La guerra energética que libran Rusia y la UE por el conflicto en Ucrania alcanzó este viernes un punto álgido. El monopolio gasista del Kremlin, Gazprom, anunció el cierre indefinido del gasoducto Nord Stream tras asegurar que ha detectado fugas de aceite en la única unidad compresora activa actualmente, y su arreglo “solo es posible por una empresa de reparación especializada”.
Es decir, en las instalaciones que tiene Siemens en Canadá, país que incluyó a Gazprom en su lista de sanciones. El suministro estaba interrumpido —en principio por labores de mantenimiento— desde el miércoles y debía reanudarse este sábado de madrugada.
El anuncio, a pocas horas de que se cumpliera el plazo, sume en la incertidumbre el futuro de ese bombeo, necesario para el abastecimiento europeo, y enfureció a Bruselas, que acusó a Moscú de recurrir a “pretextos falaces” para cortar el suministro.
El anuncio de Gazprom llegó pocas horas después de que el G-7 y la Comisión Europea pactasen imponer un precio máximo al petróleo ruso y la presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, abogase por ampliar la medida a la importación de gas.